Por Brian Miranda
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I shot Marvin in the face... |
Acabo de ver el final de la temporada cinco de Breaking Bad. O por lo menos el final de la primera mitad (se ha puesto muy de moda dividir temporadas en televisión, aparentemente). Mi gusto por el programa me ha llevado a escribir un artículo sobre esto, y sí, estoy consciente de la irrelevancia de la noticia, siendo una temporada que acabó el año pasado en Estados Unidos y que aún no empieza en México. Si usted, señor lector, es un fanático del programa, las probabilidades de que ya haya visto el programa y sabe de lo que hablo son demasiado altas, pero todo mundo quiere hablar de esta serie. Después de todo, es un fenómeno en nuestro vecino del norte, y creo que no tarda mucho en hacerse famosa aquí, igual que como paso con ese fiasco que es The Walking Dead.
Comencé a ver la serie hace cuatro o cinco años en AXN. Ignoro si aún la pasan en ese canal, pero eso no es importante ya, con el estado actual de la televisión en contra del internet. No recuerdo que la serie haya hecho un impacto significativo en aquel entonces. Nadie hablaba de ella en la escuela, o en Internet. A mucha gente le parecía una serie normal ¡Pero a mí me parecía como la serie más genial de la tele! Eso me pasa bastante seguido... Cosas que me gustan mucho, nadie las pela, y uno o dos años después todo mundo es el fan número uno. Pero bueno, eso lo hablaré otro día.
Esta Semana Santa me dediqué a ver de nuevo toda la serie de inicio a fin en Netflix, y después seguir viendo la temporada cinco, y vaya que es de esas series que aguantan el tiempo. En ningún momento me aburrí. Sin afán de querer arruinar mucho en la serie, tenemos a Walter White, un profesor de química de secundaria con una vida mediocre y aburrida. En su cumpleaños 50 se entera de que tiene cáncer de pulmón, y tras una serie de eventos se reencuentra con un ex-alumno de la secundaria, Jesse Pinkman, un slacker dude que dejó la escuela y ahora se dedica a fabricar metanfetamina. Movido por su cáncer, su aburrida vida y su familia, Walt se une con Jesse para cocinar metanfetamina químicamente pura y estable, desencadenando así una de las historias de crimen más violenta de la primera mitad del siglo XXI. Pero no todo es tan fácil... Con un cuñado trabajando en la Drug Enforcement Administration, narcotraficantes (de los de a de veras) luchando por territorio, y cárteles mexicanos queriendo su droga fuera del mercado, la serie se asegura de nunca darte un respiro, y siempre algo está pasando.
No hace falta decirlo, pero la serie está absolutamente bien escrita. La composición en todas las tomas es casi como ver un cómic en movimiento. Detalles, simbolismos... Realmente lo tiene de todo. Creada por Vince Gilligan, que siento yo que es de los escritores más menospreciados en la historia de Hollywood, y con las mejores actuaciones que he visto en televisión desde Los Soprano. Todos los personajes están solidamente escritos, y no imagino a ningún otro actor haciendo esos papeles. Todo mundo conoce a Bryan Cranston de una cosa que se llama Malcolm in the Middle, una comedia que nunca he visto, pero el hecho de que tenga esa versatilidad de genero es en si admirable; y por si poco fuera tenemos a Aaron Paul ( a quién nunca había visto antes) que interpreta a Jesse Pinkman, en lo que ahora creo que es mi personaje favorito en televisión. No puede faltar mencionar a el comediante Bob Odenkirk como el abogado/criminal/sabandija Saul Goodman. Simplemente un elenco estelar.
Y miren, podría sentarme horas con ustedes discutiendo personajes, episodios, historias, momentos y sería genial, pero creo que la mejor forma de experimentarla es viendola. Pueden comprar las temporadas en casi cualquier lado, y las primeras cuatro están en Netflix. No puedo recomendar esta serie lo suficiente.
Quería dejarles un clip de algún episodio, pero simplemente no podría escoger uno, así que aquí hay una canción del último capítulo de la quinta temporada, Crystal Blue Persuasion:
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