Por
Brian Miranda
A
mí me gustan Los Strokes. Me han gustado prácticamente desde que
soy un niño. Tenía 9 años cuando escuché por primera vez Last
Nite. No puedo decir que es mi banda favorita de esos tiempos, pero
vaya, me acompañaron prácticamente durante mi temprana adolescencia
y sirven bastante bien para representar el panorama músical que se vivió en
la primera mitad de la década de los dos-miles. Son recordados junto
a varias bandas contemporáneas por el revival del garage rock, y de
forma más amplia, el rock alternativo.
Desafortunadamente
los tiempos pasan, y después de ese gran boom, las cosas fueron
regresando a la normalidad. Tristemente ese revival no duró mucho.
Les fui perdiendo la huella a los Strokes hasta que finalmente
dejaron de ser relevantes. Después del Room on Fire, no volvieron
a ser tan buenos. Uno podría argumentar que seguían siendo una
maquina de hacer hits, pero todo su material fallaba en capturar esa
cálida sensación que tuve la primera vez que los escuché.
Simplemente perdieron esa magia... Ese pizzazz o mojo, como prefieran
decirle.
Y
justo cuando creía que las cosas no podían ponerse peor llegó un
nuevo disco de los Strokes, que con un titulo como Comedown Machine,
y una portada que grita: “Mírame de nuevo, bitch. Somos los
Strokes, y hemos regresado con más influencias garage que nunca”,
pareciera que descendió de los cielos con una capa y un cetro.
¿Podría ser este el disco que le regrese a Julian Casablancas y
compañía su corona y el reinado sobre la música alternativa/indie?
La respuesta corta es 'no'. La respuesta larga es 'nooooooooooooooo'.
Pero
bueno, eso no es ser justos con el disco. Después de todo, se podría
decir que es algo... experimental. El primer paso para escuchar este
disco es ignorar la portada pseudo-retro que intenta decirnos que los
Strokes quisieron vivir en los 70's. El disco está plagado de
sintetizadores espaciales y pequeños estribillos estilo Flock of
Seagulls. Es más, si no dijera 'The Strokes' en la portada, la
disquera podría pasarlo como el nuevo disco solista de Julian
Casablancas.
Poniendo
un poco al lado todo esto, el disco es disfutable. Vamos, no es malo,
simplemente esto no son los Strokes. No me malinterpreten, no tengo
nada en contra del synthpop. Bien podría ser de mis géneros
favoritos. Es sólo que no creo que esas dos cosas tengan que
combinarse. ¿Que pasó con nuestro rock sucio y pesado, Strokes?
¿Que son todas estas computadoras y sintetizadores en el estudio?
A
lo largo hay pequeñas composiciones que son disfrutables, y sirven
un poco para refrescarnos un poco esos tiempos, que si bien no son
las nuevas Reptilia, son buenas para pasar un rato agradable en el
camión pero hasta ahí. All the Time y Welcome to Japan, por
ejemplo, parecen sacadas directo del First Impressions of Earth,
aunque ya determinará usted si eso es algo bueno o no. Por otro lado
tenemos One Way Trigger, que tiene uno de los riffs de sintetizador
más molestamente pegajosos desde las Pointer Sisters. Uno de los
cuantos problemas que tengo es que el tono de voz tan característico
de Julian Casablancas en algunas canciones prefirió cambiarlo por
una vocecita aguda, casi de niña; de esas vocecitas indie pop. No
todo el disco me desagradó, y tenemos buenas canciones. 50/50 y Tap Out, por ejemplo, que aunque se note a
kilómetros su uso de técnicas de grabación digital, están bien
realizadas, y hasta en momentos suenan como a Los Strokes.
Como
ya dije hace rato, el disco no es malo, pero no es lo que esperaba. Sólo
esperemos que esto no indique la dirección en la que se dirigen los
Strokes. Los dejo con la que que le da el título, 80's Comedown Machine:
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